Cartas de Pizarnik y Cortázar
Querido lector:
Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte.
Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria.
Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
Julio
(Bamba editorial, 2020; como se citó originalmente en Cortázar, 1971)
Esta es la carta que Julio Cortázar envió a Alejandra Pizarnik poco antes de su suicidio. Hoy abro una carta que no me fue enviada, pero que creo que atraviesa a cualquiera. Hablo de las correspondencias entre Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar, las cuales les invito a buscar y consultar, pues me parecen un diálogo lleno de vértigo, ternura y una oscuridad compartida, pues en cada línea, estas dos almas se tantean entre la admiración, el deseo intelectual y una soledad que parece cómplice.
Alejandra por su parte escribe con la urgencia de quien se desmorona y Cortázar responde con afecto contenido, como quien quiere cuidar sin invadir. Se dice que sus cartas son como una coreografía de dos lenguajes, uno de la herida y el del juego. Cortázar, intenta animar a Alejandra, pero ella le habla desde el abismo y al fin y al cabo la necesidad de ser leída por alguien que la entienda muy bien.
Estas cartas no nos revelan sólo a dos escritores notables, sino a dos seres humanos en su más profunda vulnerabilidad, creo que es es la belleza del género epistolar, es invasivo, sí, pero muestra esta intimidad, esta vulnerabilidad pues muchos de estos escritos nunca tuvieron la intención de ser publicados. A veces parece que Alejandra le escribe más a su soledad que a Julio, pero éste, desde su lejanía, le ofrece algo que es raro y valioso, simplemente escucha sin juicio.
En tiempos donde algoritmos predicen nuestros afectos y todo debe ser instantáneo, estas cartas nos recuerdan el valor de la espera. Pizarnik y Cortázar no sólo intercambiaron palabras, crearon un lenguaje íntimo.
Hay que preguntarse ¿qué tanto le debemos a quienes nos leen sin interrumpirnos?
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